Mente inquieta, recuerda respirar

Tener una mente muy analítica tiene cosas buenas, pero tiene un elemento problemático que pocas veces se menciona.

Y es que a veces nuestras mentes pueden generar gran cantidad de ruido mental.
Nos saturan de pensamientos y procesamiento de información, que en algunos casos puede llegar a niveles extremos.

Esto nos puede deconectar del presente y de nuestros cuerpos, y nos puede generar sensaciones muy angustiosas y negativas. 

Lo cuento por experiencia propia, ya que durante un tiempo estuve viviendo sensaciones como estas, hasta que deliberadamente me esforcé en “desconectar el cerebro” regularmente.

Una de las experiencias de este proceso me inspiró a escribir un texto que compartí con la comunidad de Polymatas, ya que me imaginaba que muchos de los miembros del grupo podían estar en situaciones similares.

El texto que compartí con ellos fue el siguiente, que comparto y comento aquí abajo.

El camino del conocimiento implica una forma de pensar muy analítica y crítica.

Las experiencias a mi alrededor (lo que veo, pienso y siento) se convierten en piezas de conocimiento que de algún modo encajan en lo ya aprendido, o nos llevan a preguntas, incógnitas y problemas todavía por analizar y resolver.

Aumenta el conocimiento y aumentan las abstracciones, es así más habitual encontrar piezas de conocimiento en cada experiencia cotidiana.

Esto lo explico como ver la hoja de un árbol y que tu mente piense automáticamente “Células eukariotas, microbrios, millones de años de evolución, fotosíntesis, baja entropía, oxígeno, C02, sistemas climáticos planetarios, relación humanos-medio ambiente, teoría de sistemas»… y siga ad infinitum.

Es ver a una persona caminando con ropa rara (algo muy típico en Ámsterdam) y que tu mente vomite “tribu, identidad moral, moralidad grupal, estatus, juicios, determinismo, aceptación, compasión, reacción, polarización de la sociedad»…. de nuevo… ad infinitum.

El texto continúa así.

Es interesante, si.

Pero a veces deja tras de sí una sensación de vacío.

La actividad juiciosa y analítica no se detiene. En cada conversación hay algo que decir, en cada experiencia algo sobre lo que elaborar, sobre lo que construir o potencialmente investigar.

Una leve pero constante sensación de más. Una ligera prisa. Una presión hacia adelante.

Y en esta vorágine a veces recuerdo la importancia de simplemente contemplar la experiencia.

Recuerdo lo imporante que es conectar con el cuerpo y el mindfulness como parte de la vorágine de pensamientos, como parte de la cascada de ideas analíticas que no se detiene.

Salgo a pasear en soledad, deliberadamente despacio.

Observó a mi alrededor. Las experiencias visuales y sensoriales comienzan a evocar en mí el análisis, el juicio y empiezo a ver las piezas de conocimiento por todas partes.

La presión aparece. Mi mente es un enjambre de pensamientos.

Respiro y freno. Camino más despacio. Dejo que la mente se detenga. Respiro de nuevo.

Acepto la entrada de la experiencia. Sin análisis, sin juicio, sin buscar entendimiento.

Observo la distancia, desde una posición estática. Algunos movimientos sobre un fondo estático. Pájaros volando, un tranvía a lo lejos cruzando un puente, gente caminando.

Bebo del presente, respiro el ahora, me baño en el aire que me envuelve y disfruto la luz del sol sobre la piel.

Camino así despacio, sin reloj ni prisa ni tiempo. La experiencia es todo lo que existe y soy uno con ella. Sonrío y mi mente respira. Silencio.

Solo entonces llego a ser consciente de la importancia de esos momentos. Los únicos momentos reales de la vida, la experiencia de la vida y la vida de la experiencia.

Aprender nos abre muchas puertas mentales. Es apasionante y es nuestra vida. Caminamos en esta dirección porque querer aprender también es parte de lo que somos.

Pero aprender, buscar, preguntarse y cuestionar no debe impedirnos vivir. Quizás para nosotros aprender a aceptar es una lección más importante aún.

Recibir la experiencia tal como es, aceptarla. Sin juicios, sin análisis, sin pensamiento.

De vez en cuando dejar tiempo a nuestra analítica mente para descansar sumergida en el agua templada de la pura experiencia presente.

Una contemplación de la realidad vacía de juicios, y en cierto modo también, vacía de conocimiento.

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