Controlar la ansiedad
y el estrés
Sin estrés y ansiedad la humanidad no habría sobrevivido.
Somos los descendientes de los monos ansiosos y estresados que gracias a esto sobrevivieron.
Marcos Vázquez
Capítulo 7
La inteligencia emocional te va a ayudar en tus relaciones personales. Te va a ayudar a ver el mundo con otros ojos, pero también te va a ayudar con los problemas internos. Como el estrés y la ansiedad.
El estrés, como hemos visto antes, es la activación de nuestro sistema natural de huida. Es el sistema de protección natural ante un peligro inmediato.
Pero el problema es que nuestros cuerpos siguen siendo primitivos y no están preparados para una exposición constante al estrés. Es como si estuviéramos siempre rodeados de leones hambrientos y de amenazas por todas partes. Vivimos intoxicados de cortisol.
Los humanos estamos diseñados para una exposición al estrés mínima. Lo justo y necesario para huir.
Por eso el estrés crónico es tan dañino para el cuerpo. Es una exposición constante a esta química demasiado potente. Está diseñada para hacernos huir y garantizar la supervivencia de forma puntual. No constante.
Es como si tuvieras un coche que está diseñado para recorrer 1 kilómetro a máxima potencia y lo usas para viajes de 300 kilómetros. Lo más probable es que el coche se rompa.
Y sentimos estrés porque en cierto modo interpretamos el entorno como una amenaza. Nos estresamos porque nuestra amígdala interpreta amenazas en el entorno. Amenazas que nuestra mente racional sabe que no son ciertas.
Sin embargo, nuestra amígdala nos dice que estamos en una lucha constante contra el tiempo, contra nuestro trabajo, nuestras tareas, obligaciones y compromisos, etc.
Ya no hay peligros de la naturaleza, por eso nuestra amígdala crea peligros nuevos.
En nuestra mente consciente sabemos que esos peligros no son reales. Sabemos que son cosas que tenemos que hacer. Si. Pero también sabemos que no son amenazas reales.
Pero nuestra amígdala nos sigue diciendo que estamos ante amenazas reales y reacciona liberando estrés. Y esto provoca pensamientos que nos hacen pensar que estas amenazas de verdad son reales. De nuevo pensamientos sesgados y generados para justificar y validar la emoción.
Y al igual que con la pistola de juguete, ante estos casos debemos traer de nuevo la consciencia racional y hacer que la mente se calme.
Debemos saber que tenemos a nuestra disposición herramientas y conocimientos suficientes para solucionar todas nuestras tareas, deberes, obligaciones y compromisos.
Debemos hacer que la mente retome el control. Hacer lo que tengamos que hacer, realizando la acción necesaria pero sin necesidad de sentir estrés y miedo al respecto.
Siguiendo los pasos de los que hablamos antes. Cuando sentimos un ataque de estrés lo primero que debemos hacer es reconocer la emoción. Pensar “estoy sintiendo estrés” y sentirlo en el cuerpo.
El siguiente paso es la aceptación y búsqueda del origen. “Siento estrés. Mi amígdala ha visto una amenaza”. Esta amenaza puede ser un correo, una llamada de un compañero de trabajo pesado, e incluso ver a tu jefe/a pasar caminando.
Después de hacer este análisis podemos pensar si realmente el estímulo tiene suficiente entidad como para hacernos sentir estrés. Si es útil.
Recordemos que el estrés existe para salvarnos de situaciones letales. Si piensas en aquello que te estresa seguramente te des cuenta de que no es una amenaza letal.
Es más, seguramente la importancia real del estímulo que te ha causado el estrés probablemente sea cercano a cero. Pero tu amígdala ya está acostumbrada a reaccionar de esa manera ante ese estímulo y por eso debemos reeducarla.
Un truco para tener menos reactividad ante el estrés es tener todas nuestras tareas escritas en un papel.
Tener lo mínimo en la cabeza.
Nuestra memoria de trabajo es muy limitada y pretender tener todo el la cabeza a la vez (además de que es imposible) fomenta que estemos en una situación de alarma. Sentiremos que hay cosas que se nos escapan constantemente.
¿Un email te está amenazando? ¿Una fecha para entregar algo es una amenaza? ¿Te van a atacar? No.
¿Sentir estrés hará que trabajes peor y será dañino para tu salud? Si.
Aprender a estar relajados en el entorno laboral es fundamental para tener una vida feliz. Además puede ser la mejor forma de lidiar con tareas complejas y convertirte en una persona mucho más competitiva y eficaz a todos los niveles.
Y en cuanto a la ansiedad, es simplemente una expresión diferente del estrés. Es el reflejo de miedos y preocupaciones hacia el futuro que afloran en forma de ansiedad.
Y lo peor de todo esto es que la ansiedad nos hace más daño que lo que nos preocupa. Sentir ansiedad es mucho peor y más doloroso que la eventual experiencia del miedo que nos está causando esa ansiedad.
Por ejemplo, es mucho peor la ansiedad y el nerviosismo antes del examen que hacer el examen en sí mismo. Y mucho peor que lo que sentimos con el resultado, aunque el resultado sea pésimo.
Veamos: Si pasas una semana entera con ansiedad pensando sobre algo que quizás puede ocurrir el sábado, cuando llegue el sábado tú ya habrás estado sufriendo una semana entera. Eso no lo recuperarás jamás.
Te habrás encargado de estar sufriendo por adelantado sin ninguna necesidad. Pensando en un eventual sufrimiento futuro que potencialmente podría (o no) ocurrir. Además tu ansiedad no tendrá influencia sobre el evento. Aquella cosa pasará o no pasará independientemente de cómo te estés sintiendo.
Y más aún. Cuando algo nos provoca ansiedad y al final ocurre nos damos cuenta de que no era para tanto.
Pero el sufrimiento previo, la auto-tortura y la angustia generada en anticipación de este evento ya los habremos sufrido.
Por eso el clásico “no te preocupes” es tan importante. La clásica dicotomía de control.
¿Puedes hacer algo al respecto? Si. Entonces hazlo.
¿Puedes hacer algo al respecto? No. Acéptalo y que no te importe.
Sabiduría popular.
De todas formas veremos más adelante cómo gestionar las preocupaciones de la forma más eficaz. Tanto las preocupaciones del futuro como las preocupaciones del pasado.